El Mercado de Progreso es un lugar emblemático en la ciudad. Conocido por la calidad de sus productos y su historia que se remonta a más de un siglo.

Este mercado no solo es un punto de encuentro para comerciantes y compradores, sino también una representación de nuestra diversidad cultural. Se caracteriza por sus coloridos puestos, donde se pueden encontrar desde frutas y verduras frescas, hasta artesanías, locales, y una gran variedad de productos gastronómicos.
Cada rincón del mercado cuenta una historia, y detrás de cada mostrador hay un trabajador dedicado que forma parte esencial de este destacado lugar.
El mercado se creó en 1889. Primero era un solo dueño que estuvo hasta 1959. Se iba a vender y los puesteros se juntaron y formaron la “Sociedad del Mercado del Progreso” y se lo compraron. Sacaron un crédito y se lo pagaron. Su primer dueño, también lo era del Spinetto y del Abasto.
Caballito Urbano conversó con Guillermo, un empleado que ha dedicado gran parte de su vida a este mercado. Su historia personal y profesional permitió tener una visión única de cómo ha evolucionado el Mercado de Progreso a lo largo de los años.
Con sus 125 años de historia, es un testimonio vivo de la evolución del comercio y la sociedad en nuestro país.
Guillermo, desde sus primeros recuerdos corriendo por los pasillos del mercado, mostró una pasión innata por el comercio. «Mi abuelo y mi abuela vinieron más o menos en 1930. Tuvieron una hija, que es mi mamá, y siempre me gustó esto. Terminé quinto año y llegué acá», relató.
Este comerciante nato no sólo siguió los pasos de su familia, sino que también se convirtió en una figura clave dentro del mercado, desempeñándose como tesorero desde el año 2000. Tras consultarlos sobre su rol y cómo se ha desempeñado en el mercado explicó: «Antes éramos muchos más. Las carnicerías se fueron achicando o los que estaban al lado fueron absorbiendo las carnicerías».
Sin embargo, aunque el número de dueños ha disminuido, la cantidad de puestos sigue siendo la misma. «Antes en un puesto había un dueño con un empleado, pero ahora hay tres puestos con un dueño y dos empleados».
Esta reestructuración no solo afectó a las carnicerías. «Alguna verdulería se hizo depósito, otra frutería se hizo venta de computación, zapatería, pago fácil, venta de hierba, venta de café», añadió.
A pesar de estos cambios, el mercado ha sabido mantener su esencia, siendo un lugar donde los clientes pueden encontrar productos frescos y de calidad. Sobre cómo es la gente y el trabajo en el mercado, y la clientela a lo largo de los años señaló, «La gente, mujeres, cocinan menos por el tiempo, por las ganas, por modismo, por feminismo; y esto hace que se venda más las cosas preparadas».
Productos como milanesas, albóndigas y empanadas preparadas son ahora muy demandados. La situación económica actual ha tenido un impacto significativo en las ventas. «Fundamentalmente la gente en los últimos 4 años, cuando el poder económico decayó más, fueron buscando algo que rinda más», explicó. Los productos más costosos, como el lechón, el chivo y el cordero, se venden menos, ya que los clientes buscan opciones más económicas y rendidoras. En respuesta a cómo piensa que la situación económica actual afecta la compra-venta, el entrevistado destacó la importancia de la prudencia y la gestión eficiente de los recursos, algo que ha aprendido de su propia experiencia y de la historia de su familia.
«Mis abuelos vinieron hace casi 100 años y en la guerra no comía un huevo para no tirar la cáscara, mis padres siguieron la misma política, lo agarré yo y sigo la misma política; mi abuelo era empleado de donde estoy yo y yo ahora soy el dueño; los tipos vendieron y él compró; mi papá lo agrandó, yo lo volví a agrandar. Si en 60 años de trabajo yo no estoy bien económicamente es porque o no me la juego o no trabajo o gasto más de lo que entra y ese es el país; gastar más de lo que entra y dar cheques sin fondo».
Sobre si el mercado está ahora más concurrido que en otras épocas, respondió: «Está más concurrido, pero también está muy quebrado; un día no podés caminar de la gente que hay. Gente que pasa y te conoce porque ya son clientes pero ¿por qué diría que explota de trabajo? Porque la gente cuando busca un producto de calidad sin regatear mucho el precio viene acá”.
La historia de Guillermo y el Mercado es un ejemplo de resiliencia y adaptación. A pesar de los desafíos económicos y sociales, los comerciantes han sabido reinventarse, manteniendo la calidad y la tradición que los caracteriza. «Hacemos recortes en los gastos, nos falta pintura pero yo no voy a pintar si no tengo para pagar la luz. Criterio fundamental, prioridades, esto que estoy diciendo lo tiene que tomar; si esto lo toman a un 80% es raro que te vaya mal».
En un país donde la incertidumbre económica es una constante, historias como la de este comerciante nos recuerdan la importancia de la perseverancia y la buena gestión. «Rico no es el que más tiene sino el que menos precisa», afirmó.
Con respecto a la concurrencia del público dijo que es muy diverso, y que estaban empezando a surgir más jóvenes por sobre la gente grande, mayormente eran más hombres en los días de lluvia que mujeres. En relación a lo económico, la mayoría era de clase media, media alta, ya que venían a buscar más calidad, que cantidad. Además, los días más concurridos eran los viernes y sábados, días en dónde la gente tiene un tiempo libre para hacer las compras. Todo esto va de la mano con un cambio cultural y simbólico a lo que se conocía anteriormente y al tipo de cliente que estaba idealizado.
Algunas anécdotas
“Viene mucha gente de la televisión, muchos periodistas. También vienen artistas a comprar”.
Y también, “muchos indigentes viene a veces a pedir, nosotros les damos lo que sobra. Como acá, una fruta que está un poco picada no se vende, se la damos. De hecho, los viernes, hay un comedor callejero que viene, se lleva verdura, papa, zanahoria, etc”.