Del 3 al 9 de julio se realiza ENTRÁ, un evento a la gorra con obras de todo el país. La comunidad teatral responde al decreto que amenaza al Instituto Nacional del Teatro.

Con el decreto presidencial 345/2025, firmado por Javier Milei el pasado 22 de mayo, el Instituto Nacional del Teatro (INT) quedó en riesgo de desaparición. La medida, que reduce su estructura federal, lo vuelve dependiente de la Secretaría de Cultura y elimina su carácter autárquico, fue leída por la comunidad teatral como un intento de desmantelamiento. La reacción no se hizo esperar: intervenciones públicas, asambleas, comunicados y, ahora, el festival ENTRÁ, un Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa que reúne a obras de las 24 provincias argentinas y que tendrá lugar del 3 al 9 de julio, con funciones a la gorra.

El evento es impulsado por una red de artistas, trabajadores y trabajadoras del sector que se organizaron en células para responder al decreto. Hay un grupo legal, otro de comunicación, uno artístico-performático y uno dedicado al festival. Desde la coordinación se asegura que ENTRÁ es solo el primer paso de una estrategia de resistencia más amplia, inspirada en el histórico movimiento Teatro Abierto.

«Esta estructura es ejemplar para lo que es la historia de nuestro país, que tiende al centralismo en la Ciudad de Buenos Aires», explica Eva Palottini, actriz y referente del sector. Con más de cien personas en el primer plenario y acciones simultáneas en distintos puntos del país, la comunidad teatral busca reconstruir un federalismo activo, con organización desde abajo.

El INT fue creado en 1997 por unanimidad en el Congreso Nacional, con un presupuesto independiente y una estructura que garantiza representación por provincia. Gracias a él, existen cientos de salas que, sin sus subsidios, estarían en riesgo de cerrar. Su función no es solo económica: también promueve una identidad cultural diversa y equitativa en todo el territorio nacional.

El festival ENTRÁ retoma ese espíritu. Su estructura es abierta, sin curadurías ni jurados, y cada localidad participante también organizará asambleas para reflexionar sobre el rol del teatro en la sociedad. El cierre, el 9 de julio, incluye una asamblea federal y un guiso patrio en el Galpón de Guevara, en la Ciudad de Buenos Aires. Casandra Velázquez, parte del colectivo BESA y una de las impulsoras del encuentro, asegura:  «Nos dimos cuenta de que éramos muchos los que necesitábamos tener un ejercicio de pensamiento colectivo, de poner en común problemáticas, hacer circular información en relación a lo que estaba pasando y a la necesidad de pensarnos creativamente».

Las performances también están presentes. Se realizaron intervenciones en la marcha de jubilados y en el Hospital Garrahan, con lecturas públicas de textos que visibilizan la lucha. Además, fuera de la Usina del Arte, en la puerta de los Martín Fierro teatrales, actuaron numerosos artistas junto a Alejo Sulleiro, Stefy Sleiman e Ignacio Henríquez, en una especie de black carpet performativa, una alfombra paralela que puso hincapié en la imposibilidad del ejercicio del teatro sin espacios que lo sostengan: “¡Sin Instituto Nacional de Teatro no habrá nada que premiar!”.

El festival es a la gorra, para garantizar acceso a todos los públicos. No hay premios, ni selección, ni jerarquías. Hay una convicción: que el teatro es una herramienta política y cultural vital, una forma de identidad, de encuentro y de futuro.

En tiempos de incertidumbre y retrocesos, ENTRÁ se planta como un acto de resistencia creativa. Un grito colectivo que, desde cada escenario, le pone cuerpo al asunto y se hace presente.

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