Un apagón afectó a casi 500.000 usuarios de Edesur y Edenor durante la madrugada del domingo.

Durante la madrugada del domingo 27 de julio, un apagón masivo dejó sin suministro eléctrico a casi medio millón de usuarios en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), incluyendo a numerosos barrios porteños como Caballito, Almagro, Balvanera, San Nicolás y Boedo. El corte, que se extendió también a zonas del sur del conurbano como Avellaneda, Lanús, Quilmes, Berazategui y Ezeiza, volvió a poner en evidencia la fragilidad del sistema eléctrico de la región.
Según datos del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), a las 3:15 h se registraron 492.345 usuarios de Edesur y 2.945 de Edenor sin servicio. En varios casos, los cortes se prolongaron por más de una hora, y en zonas como Almagro, Congreso o Quilmes las demoras en la reposición se extendieron hasta las 4:30 h.
En Caballito, las interrupciones se hicieron notar. Residentes reportaron la caída total del suministro en edificios residenciales, locales gastronómicos y calles donde también fallaron los semáforos. Algunos sectores recuperaron la luz en menos de una hora, pero otros debieron esperar hasta bien entrada la mañana para volver a la normalidad.
Aunque a las 4 de la madrugada la mayoría de los hogares había recuperado el servicio, aún quedaban sin suministro más de 18.000 usuarios de Edesur y unos 2.000 de Edenor, particularmente en zonas de San Nicolás, Balvanera, Quilmes y Merlo.
El hecho ocurre en un contexto de tensión creciente con las distribuidoras. A principios de año, el ENRE impuso sanciones millonarias (el 87 % de ellas a Edesur) por cortes reiterados durante 2024 y comienzos de 2025. Además, en marzo pasado, otro apagón había dejado sin luz a más de 600.000 usuarios del AMBA por fallas en líneas de alta tensión, pese a no registrarse niveles críticos de demanda.
Los informes técnicos apuntan a desenganches en la red troncal del AMBA que no estarían relacionados con picos extremos de consumo, lo que sugiere que el sistema presenta anomalías estructurales. Esto pone en cuestión la efectividad de los mantenimientos y la inversión prometida por las compañías.
La situación cobra aún mayor gravedad si se tiene en cuenta que el AMBA concentra cerca del 40 % de la demanda eléctrica del país. Esta alta dependencia, sumada a un entramado urbano denso y con infraestructura envejecida, convierte a la región en una de las más vulnerables ante cortes masivos, especialmente durante olas de calor o eventos meteorológicos extremos.
Mientras las tarifas siguen aumentando, buena parte de los usuarios denuncia que ese esfuerzo económico no se traduce en mejoras reales del servicio. En paralelo, crecen las críticas a la falta de transparencia en la gestión y fiscalización de las obras que deberían reforzar la red.
La necesidad de una reforma integral del sistema energético es cada vez más evidente. Se esperan nuevas regulaciones y anuncios oficiales, pero los antecedentes generan dudas. Mientras tanto, los usuarios siguen siendo el último eslabón de una cadena en la que la incertidumbre ya se volvió rutina.
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