El Barrio Inglés de Caballito.

En medio del ritmo frenético de la Ciudad de Buenos Aires, entre las avenidas Pedro Goyena y Del Barco Centenera, se encuentra un oasis arquitectónico y cultural que parece transportarnos directamente a otra época —y a otro continente. Se trata del conocido «Barrio Inglés» de Caballito, una joya patrimonial que combina historia, estilo y tradición en apenas seis manzanas que resumen una de las fusiones más singulares del urbanismo porteño.

 

Origen ferroviario y espíritu británico

Este rincón de Caballito tiene sus raíces a fines del siglo XIX, cuando familias británicas llegaron al país para colaborar en la construcción del primer tramo del ferrocarril —el actual Ferrocarril Sarmiento. Muchos de estos técnicos, ingenieros y obreros se asentaron en la zona, dejando su impronta tanto en la infraestructura ferroviaria como en el tejido urbano.

 

Las casonas que hoy se conservan fueron proyectadas por los arquitectos Lanús, Molina y Ferrari, quienes diseñaron viviendas con inspiración marcadamente europea: fachadas que remiten al estilo Tudor inglés, pero también con detalles del barroco italiano y del georgiano británico, generando una estética ecléctica que perdura hasta hoy.

 

De potreros a palacetes: la intervención del Banco Hogar Argentino

Antes de transformarse en un barrio residencial, los terrenos eran simples potreros donde se criaba hacienda. A finales de la década de 1920, el Banco El Hogar Argentino adquirió estas tierras con el objetivo de desarrollar un proyecto inmobiliario destinado a la clase media. La idea era vender casas mediante créditos hipotecarios accesibles, lo que dio origen al llamado “Barrio del Banco Hogar Argentino”.

 

Aún se conservan vestigios de ese pasado: en la calle Ferrari, una placa de mármol recuerda al presidente del banco, Antonino Ferrari, con fecha de ordenanza municipal de 1923. Incluso, muchas calles de la zona llevan nombres de funcionarios de la entidad.

 

Características arquitectónicas del estilo Tudor

El estilo Tudor, que floreció en Inglaterra entre finales del siglo XV y principios del XVI, se caracteriza por casas de muros gruesos, techos a dos aguas, estructuras de madera a la vista y detalles heráldicos. El barrio refleja a la perfección estos elementos, adaptándolos al contexto argentino.

 

Entre sus características más destacadas se encuentran:

 

  • Fachadas con entramados de madera y mampostería blanca (estucada o ladrillo).

 

  • Chimeneas funcionales, ventanales con motivos geométricos y vitrales.

 

  • Escudos heráldicos y campanitas en las puertas.

 

  • Accesos con hall, arcos ojivales y molduras ornamentadas.

 

  • Patios internos que configuran un pulmón verde de manzana.

 

La integración con elementos gregorianos e italianos da lugar a una fusión arquitectónica única en la ciudad.

 

Protección patrimonial y encanto cotidiano

Durante décadas, el Barrio Inglés fue un atractivo turístico y académico. Integraba los recorridos oficiales de la ciudad, era visitado por estudiantes de arquitectura que realizaban maquetas inspiradas en sus casas y servía de locación para fotógrafos y cineastas. No era raro ver carteles de «vendido» en menos de 48 horas ni casas sin rejas, alarmas o vigilancia. Hoy, muchas de esas viviendas alcanzan precios que rondan los 800.000 dólares y cuentan con seguridad las 24 horas, aunque el espíritu del barrio sigue siendo el de siempre: tranquilo, cuidado, profundamente residencial.

 

En la actualidad, el área comprendida entre las calles Pedro Goyena, Valle, Emilio Mitre y Del Barco Centenera está protegida por una ordenanza del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que la reconoce como patrimonio histórico. Esta protección garantiza que su identidad arquitectónica no se vea alterada por desarrollos inmobiliarios ajenos a su estilo original.

 

Una postal fuera del tiempo

Más allá de las disputas sobre su verdadero origen —si fue un asentamiento inglés o un proyecto local con estética europea—, lo cierto es que el Barrio Inglés representa un caso excepcional dentro del urbanismo de Buenos Aires. No solo por su coherencia estilística, sino por la manera en que sus habitantes han conservado ese legado y lo han transformado en parte de su vida cotidiana.

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