Una breve crónica de cómo la ciudad se arboló y un análisis de las especies del barrio.

Nuestra ciudad de Buenos Aires no siempre lució tan arbolada como la conocemos hoy. Durante una gran parte de su historia, en particular en el periodo colonial, ella era un descampado, una llanura, con muy pocos árboles en sus vías públicas.

Solo se encontraban esporádicamente algunos ejemplares como el algarrobo o el gomero. Lo habitual era plantar árboles en los patios interiores de las casas, siendo los cítricos los preferidos por su aroma y sus frutos.

Fue recién bajo el gobierno del Virrey Vértiz que el tema del arbolado y los espacios verdes comenzó a cobrar importancia. Un ejemplo es la creación del Paseo de la Alameda (hoy Avenida Alem, desde la Casa Rosada hasta Corrientes), donde se plantaron especies como ombúes y sauces.

Los primeros registros municipales oficiales sobre el arbolado público datan de 1863, mencionando la plantación de casi 200 paraísos en la calle Belgrano. Años después, en 1874, Sarmiento impulsaría activamente la plantación de árboles, introduciendo el tan querido y a la vez criticado plátano de sombra.

No obstante, la verdadera revolución del arbolado se produjo en 1893, cuando Carlos Thays asumió la Dirección de Parques y Paseos. Inicialmente se le encargó un &quot, plan europeo de arbolado; basado en tilos y paraísos. Afortunadamente, Thays no se limitó a esta indicación y decidió explorar el norte argentino, descubriendo y promoviendo especies nativas como el jacarandá, las tipas, el lapacho y el palo borracho. Además, de su perfecta adaptación al clima local, el uso de estas especies le permitió diseñar un verdadero espectáculo estacional: el florecimiento de los lapachos en septiembre, ceibos en octubre, jacarandás en noviembre, tipas en diciembre y, finalmente, los palos borrachos en enero, llenando la ciudad de una vibrante paleta de colores.

Para comprender la magnitud de la labor de Thays, su equipo y su discípulo Benito Carrasco, basta con saber que la ciudad pasó de contar con sólo 2.000 ejemplares a tener aproximadamente 100 mil. Gran parte de estos árboles fueron plantados por alumnos de las escuelas primarias de la ciudad, quienes, a partir de 1900 y durante 30

años, salían a realizar plantaciones masivas cada Día del Árbol.

Lamentablemente, esta planificación, que se extendió por varias décadas, empezó a  desarticularse durante la última dictadura cívico-militar. Este proceso acompañó el deterioro institucional general del país y, por consiguiente, el de la Municipalidad, llegando incluso a la remoción de ejemplares con valor histórico. Finalmente, en tiempos más recientes, en 2012, se estableció un Plan de Arbolado cuyo objetivo es alcanzar un 30% de cobertura de sombra para el año 2042. Actualmente, la cobertura es del 14%, una cifra baja en comparación con otras metrópolis globales. A pesar de la existencia del Plan, persisten las quejas de diversas asociaciones protectoras del arbolado urbano, y son frecuentes las denuncias por podas indiscriminadas y remociones de árboles por motivos que no siempre resultan claros.

En el barrio de Caballito hay un total de 15.055 árboles plantados en las veredas, según el último censo de arbolado de la ciudad. De estos, el más numeroso, por lejos, es el fresno (en sus tres variedades), ocupando el 46% de los espacios. Le siguen el ficus y el plátano de sombra con un 10% cada uno, y el tilo y la tipa blanca con un 6%.

El barrio también cuenta con un árbol calificado como notable: el Ombú de los Coleccionistas, ubicado en la entrada principal del Parque Rivadavia, y debajo del cual, en el verano de 1943 se dio el primer encuentro formal de coleccionistas. Bajo este “añoso Ombú” hasta el día de hoy se sigue realizando la feria y el árbol fue honrado por su importancia en el año 1959 por Ordenanza Municipal, construyéndosele un camino a su alrededor.

Luego, entre otros ejemplares curiosos, existen: una cica (un árbol que parece palmera, pero no lo es) en Nicasio Oroño al 1400, un manzano silvestre en Galicia al 1000, un olivo fragante en Franklin al 1200, o un árbol de albaricoque de Donato Álvarez al 300. también hay dos olivos (uno en Bonifacio al 400, y otro en Videla al 500); hay algunos pocos árboles de laurel, granada, olmos y robles.

Para concluir, se ofrecen algunos recordatorios útiles para asegurar el buen estado de los árboles. El primer punto para tener en cuenta es que está terminantemente prohibido que los vecinos realicen tareas de poda sobre el arbolado de la vereda; estos ejemplares pertenecen al Estado, y cualquier acción que los perjudique se considera un delito. En lo referente al riego, es beneficioso aportar agua en la temporada estival, sobre todo cuando hay sequía y para los árboles que son nuevos o pequeños. Sin embargo, se debe ser cauteloso: nunca se debe verter agua que contenga jabón, lavandina ni ningún producto de limpieza, siendo el agua recolectada de los equipos de aire acondicionado una alternativa perfectamente aprovechable.

Durante el otoño, se recomienda (siempre que la higiene lo permita) dejar que las hojas caídas permanezcan cerca de la base, ya que aportan un excelente abono a la tierra. Finalmente, y en relación con el abono, si un perro orina sobre el tronco de un árbol, es buena práctica aplicarle agua inmediatamente después para evitar daños a la corteza y facilitar que la urea cumpla su función fertilizante.

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